martes, 26 de octubre de 2010

Me encanta el sol!


Me abriga, me reconforta. Muchas veces lo insulto porque me calcina sin previo aviso. Sin embargo, son muchas más las veces que me regaló momentos inolvidables. ¿Qué sería de nuestra vida sin el sol? Es simple: no existiríamos.
Algo tan grande y fundamental, y al mimo tiempo, tan ignorado. ¿Cuántos minutos por día dedicamos a pensar en el sol? Supongo que muy pocos, o ni siquiera uno.
Los pensamientos que le dedico en este instante deben ser una gran excepción. También pienso que su inmenso volumen debe ser proporcional a la indiferencia que le brindamos los seres humanos en este mundo tan vertiginoso.
Miremos al sol de vez en cuando, saludémoslo, pensemos en él. Es un gigante dormido que merece ser recordado más a menudo. Aprendamos de nuestros ancestros que jamás lo olvidaron.
Es un consejo: tómenlo o déjenlo, yo soy feliz de habérselos expresado. Queda en ustedes luego tenerlo en cuenta, o sepultarlo en el olvido. Por mi parte, dejo el lápiz y me voy a ver al sol!


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