martes, 19 de octubre de 2010

A veces, me gustaría ser un perro...


Envidio esa calma que tienen a la hora de ser ellos . Esa tranquilidad, esa paz, aquel amor a la vida que les permite contentarse con tan solo dormir al sol. Aquella capacidad de saciarse con cualquier porción de alimento que para nosotros sería un desperdicio. Aquella seguridad que les permite enfrentar las calles y ser autónomos sin necesidad de recurrir a nadie más que a ellos mismos. Aquella valentía que los vuelven bestias feroces de escasos cincuenta centímetros de altura y les permite hacerles frente a cualquier grandulón que ose acercarse a su territorio.

Otras veces me pasa que me siento un perro. O por lo menos, no me preguntes como, siento que fui un canino alguna vez. Son aquellos momentos en los que sonrió y me disperso pensando en la nada misma. O tal vez, mirando un perro echado, recuerdo, rememoro mi pasado.

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